EL BUCLE
Cuando te despiertas tienes dos opciones, empezar tu día como todos o tratar de cambiar algo. Los días eran monótonos, pero para ese entonces era lo que había de modo que el levantarme, ir a entrenar, ir a la Universidad y prepararme mis comidas eran la base de todo. Siendo un foráneo, pero no solitario, por suerte tuve la oportunidad de vivir con mis vecinos de la infancia a los cuales les tengo un enorme aprecio ya que después de todo los veo como hermanos. Quizás suene raro o algo, pero recuerdo exactamente como tenía estructurada mi rutina diaria porque siempre me ha gustado o llamado la atención el tener en orden mi día y evitar procrastinar, pero no siempre se puede. Sabía a que hora debía levantarme, ir a entrenar y volver alistarme para ir a mis clases, y como mis clases tenían ¨horas muertas¨ aprovechaba y me regresaba caminando a casa ya que era otra manera de mantenerme activo en el día. La preparación de mis alimentos también era algo que tenía estructurado; hora y alimentos de manera que puede sonar estresante el tener que vivir al ritmo de una rutina diaria, pero para mí en aquel momento era lo que había y me sentía a gusto, siempre trato de ver ciertas actividades como un juego y disfrutarlo porque de otra manera vas a terminar frustrándote y estresándote.
Por suerte el vivir con mis vecinos me mantenía cuerdo y no me volvía paranoico al tener personas con las cuales siempre interactuar, pero toda esa estructura que se había convertido en un hábito para mi cuando llego la llamada de mi Tío, contesté el celular y me dijo: -Oe ya vente que se cancelaron las clases.
– ¿Qué? -respondí.
-Si, esto del covid se aloco y cancelaron ya las clases empaca tus cosas para que te vengas mañana.
-Ok ya ya voy a ver. -respondí.
Luego de ello varios pensamientos contradictorios de si quedarme o irme donde mi familia, lo pensé ya que una obsesión me incitaba a quedarme. Al día siguiente mi padre viajo para sacarme de la ciudad y al otro día siguiente habían bloqueado las carreteras y enredadas de la ciudad. Estando aquí en mi casa me doy cuenta que el confinamiento no me afectado tanto como creí, después de todo no se aleja mucho de la rutina que tenía viviendo en Guayaquil y la que tengo actualmente. No negaré que extraño las reuniones con mis mejores amigos, los viajes que hacia con mi familia, pero después de todo toca adaptarse. He visto como la muerte es el mejor amigo del descuido, lo fácil que es partir de esta muerte sin incluso despedirte de los tuyos.
Esta experiencia me ayudado a intentar salir de las rutinas prediseñadas que tenía, estar más cerca de mi familia y poder valorarlos mucho más saliendo de la monotonía. Muchos vivieron y viven el confinamiento con diferentes dificultades, pero no quiere decir que debemos generalizar y creer que todos la pasaron miserable.
Salir de una rutina para entrar en otra es de una u otra manera la forma en la cual muchos vivimos, un bucle rutinario pero la diferencia esta en que para unos eso es felicidad y para otra monotonía.